martes, 18 de mayo de 2010

CORAZONES DE AZÚCAR No.8 Benedetti

¿ Cómo hacerte saber que siempre hay tiempo ?
Que uno sólo tiene que buscarlo y dárselo,
Que nadie establece normas salvo la vida,
Que la vida sin ciertas normas pierde forma,
Que la forma no se pierde con abrirnos,
Que abrirnos no es amar indiscriminadamente,
Que no está prohibido amar,
Que también se puede odiar,
Que el odio y el amor son afectos
Que la agresión porque sí hiere mucho,
Que las heridas se cierran,
Que las puertas no deben cerrarse,
Que la mayor puerta es el afecto,
Que los afectos nos definen,
Que definirse no es remar contra la corriente,
Que no cuanto más fuerte se hace el trazo más se dibuja,
Que buscar un equilibrio no implica ser tibio,
Que negar palabras implica abrir distancias,
Que encontrarse es muy hermoso,
Que el sexo forma parte de lo hermoso de la vida,
Que la vida parte del sexo,
Que el "por qué" de los niños tiene un porque,
Que querer saber de alguien no es sólo curiosidad,
Que querer saber todo de todos es curiosidad malsana,
Que nunca está de más agradecer,
Que la autodeterminación no es hacer las cosas solo,
Que nadie quiere estar solo,
Que para no estar solo hay que dar,
Que para dar debimos recibir antes,
Que para que nos den hay que saber también cómo pedir,
Que saber pedir no es regalarse,
Que regalarse es, en definitiva, no quererse,
Que para que nos quieran debemos demostrar qué somos,
Que para que alguien "sea" hay que ayudarlo,
Que ayudar es poder alentar y apoyar,
Que adular no es ayudar,
Que adular es tan pernicioso como dar vuelta la cara,
Que las cosas cara a cara son honestas,
Que nadie es honesto porque no roba,
Que el que roba no es ladrón por placer,
Que cuando no hay placer en las cosas no se está viviendo,
Que para sentir la vida no hay que olvidarse que existe la muerte,
Que se puede estar muerto en vida,
Que se siente con el cuerpo y la mente,
Que con los oídos se escucha,
Que cuesta ser sensible y no herirse,
Que herirse no es desangrarse,
Que para no ser heridos levantamos muros,
Que quien siembra muros no recoge nada,
Que casi todos somos albañiles de muros,
Que sería mejor construir puentes,
Que sobre ellos se va a la otra orilla y también se vuelve,
Que volver no implica retroceder,
Que retroceder también puede ser avanzar,
Que no por mucho avanzar se amanece más cerca del sol,
¿ Cómo hacerte saber que nadie establece normas salvo la vida ?

viernes, 7 de mayo de 2010

Genovevo. Por Adrian Barquín Fors

Este texto se encontraba durmiendo el sueño de los justos en mi correo electrónico. Hasta que di de nuevo con él y se los comparto. El autor es cubano y espero que a ustedes les agrade.


"Tiritaba con fuerza creciente y al tiempo que sus dientes orquestaban una danza salvaje, polirritmia ancestral para cercar al fuego en sus devaneos y timideces, podía jurar que aquel era el frío más grande que había sentido en su vida.

Atrincherado en su sillón de mimbre a la usanza colonial, bajo capas de tejido impregnado de fino polvo enriquecido en la humedad y el oficio de los ácaros y con aproximadamente un vaso de té todavía tibio en su estómago Genovevo vivía de contrabando una convivencia imposible con la presente ausencia de Martha, la esposa que en la juventud le dio carril al ímpetu de sus hormonas y ocio a la desesperada necesidad de vivir en perenne anticipación el suceso anhelado o temido. La veía cruzar la sala, muy ligera de ropa, en olímpica ignorancia de aquel frío glacial que se derramaba sobre la isla como una maldición sin espacio para la clemencia.

Y desesperaba Genovevo en la torpeza de su lengua que se tomaba un tiempo, del que ya no disponía, para tratar de alertar a Martha de su imprudencia y con el desespero la mandíbula batía furiosa y la saliva salía disparada y silbante por entre los dientes, se deslizaba a través de las comisuras para caer sobre el pecho y las manos, pero en vano, su lengua no lograba articular sonido y en ello, cuando se sentía desfallecer de la rabia, se volvía ella y le sonreía y le hablaba con indulgencia para pedirle que se calmara y le hacía, una tras otra, decenas de preguntas con las cuales intentaba adivinar lo que le ocurría: “¿Te duele la cabeza?, ¿Tienes hambre? – siempre tenía hambre pero ahora no era el caso y en lugar de asentir insistía en su intento de tratar de explicarle y movía los ojos como queriéndole decir “tú”, “me dueles tú, me preocupas tú”: pero ella parecía no comprender y continuaba: “¿Te falta el aire?, ¿Quieres agua?, ¿Sientes frío?” – claro que sentía frío pero que importaba eso, era ella quién debía sentir un frío tremendo e imprudentemente no se abrigaba, ¡pero Martha, no te das cuenta que te va a dar una pulmonía!, ¿y que va a ser de mi si te pasa algo?, de mi que estoy hecho un desecho humano en este sillón de mierda…; sin embargo tú todavía rebosas vida…, salud…, amor…

Como cada día a las diez de la mañana se abrió la puerta del cuarto y se vio aparecer el rostro amplio y mulato de la enfermera, e inexplicablemente para Genovevo, como cada día a esa misma hora Martha se marchó. No volvería hasta mucho después que se hubiera retirado la enfermera, esa mujer que se atrevía a cada cosa… Él estaba convencido de que Martha se marchaba porque no soportaba ver que después de tantos años el prefería que otra mujer lo bañara y recorriera su cuerpo todo con la sádica impudicia con que la enfermera lo hacía.

¡Ay! – Suspiró en su mente -, si ella supiera…"